Nos pasamos el resto de la mañana acomodados en el sofá
contándonos cosas sin importancia, viendo un par de programas de cocina que
echaban hasta que finalmente dejamos puesto un canal de documentales sobre
diferentes países. Estaban echando un documental sobre Francia, y justamente
estaba saliendo la ciudad de París. Fijé la mirada en la televisión mientras el narrador
daba datos sobre la creación de la ciudad, su fundador, los distintos reyes del
país…
-¿Sabes? Fui a París de pequeña y me enam… -El ronquido de
Harry me hizo volver la mirada hacia él. Se había hecho un pequeño ovillo y se
había quedado dormido en un pequeño hueco del sillón. Sonreí y bajé el volumen
de la televisión para no molestarle. Parecía un niño pequeño cuando dormía.
Volví a centrar toda mi atención en la pantalla. La ciudad de París siempre me
había gustado y, cuando mis padres me dijeron que íbamos a ir me pasé casi dos
horas dándoles las gracias. Me acuerdo que primero fuimos a Disneyland y
recuerdo a mi padre disfrutando más que yo de las atracciones y de los
personajes. Luego, cuando llegamos a París, mi madre nos contó todas las
historias posibles sobre la ciudad, a ella se las había contado su padre, y a
él mi bisabuelo. Vicky tenía apenas un año y no pudo venir con nosotros pero,
cuando mi madre murió, le prometí llevarla en cuanto reuniera algo de dinero. Y
le contaría todas, todas las historias que mi madre nos contó sobre París. El documental duró
apenas media hora más y empezó uno sobre España. La sonrisa se apoderó de mi
cara cuando empezaron a sonar unas sevillanas de fondo.
Madrid, Barcelona y Valencia fueron las primeras ciudades en
aparecer. Y luego Andalucía, mi tierra. Las lágrimas empezaron a brotar y yo
parpadeé un par de veces intentando no llorar. Una a una fueron apareciendo las
ocho provincias, Almería, Málaga, Sevilla, Jaén… Hasta llegar a Granada. La
Alhambra fue lo primero en aparecer, y de fondo Sierra Nevada. Recordé los
fines de semana esquiando con mis amigas, con mi padre, con mis tíos… con él.
Sacudí la cabeza intentando que todos esos pensamientos salieran rápidamente de
mi mente.
-España. –El español con acento británico de Harry me
sorprendió y di un salto en el sofá. Reímos y me acomodé en el sofá, para que
el pudiera ver también el programa.
-Mira, esa es mi ciudad. –Él asentía divertido.
-¿Muchos momentos vividos en esa sierra? –Señaló las nevadas
montañas de Sierra Nevada y asentí con tristeza.
-Demasiados. Y no muy buenos.
-Eh, tranquila. Ahora eres mi niña. –Me sonrojé y me abrazó
con fuerza. –Y para siempre pequeña, lo prometo.
-No prometas.
-¿Qué?
-Lo siento, es que… bueno, malas experiencias con promesas.
Nunca cumplen lo que dicen.
-Pues eso conmigo se ha acabado. –Me besó con dulzura la
mejilla y sonreí. –Por cierto, ¿qué pasó cuando fuiste a París de pequeña? –Lo
miré asombrada y reí.
-¿Me has escuchado?
-Sí, estaba haciéndome el dormido. –Le pegué un suave
puñetazo en el hombro y rió.
-Idiota.
-Sí, pero desde hace unas horas, tu idiota. –Lo miré y le
abracé mientras juntaba sus labios con los míos.
Él me correspondió el beso, agarrándome por la cintura
mientras me acercaba más a él. El sonido del reloj de la entrada me asustó y di
un salto en el sofá. Harry simplemente rió y se levantó del sofá.
-Harry, me voy a ir ya. Que tengo que comer con mis abuelos
y mi hermana.
-Te veo mañana. –Me besó de nuevo dulcemente en los labios y
salí del apartamento. Había dejado de llover hacía un par de horas. Así que fui
andando con tranquilidad hacia mi casa. Los estudiantes iban saliendo de sus
clases. Escuché las risas de un par de chicas y los gritos de unos niños en la
acera de enfrente. Sonreí, aquello sí que me recordaba a España.
Llegué a mi piso antes que mi hermana, así que empecé a
poner la mesa con mis abuelos. Mi abuela hablaba de un programa poco
interesante que había visto esa mañana y mi abuelo leía tranquilamente el
periódico. Escuché la puerta del piso así que me acerqué para saludar a mi
hermana. Ella dejó mi mochila junto a la suya en la puerta y me miró sonriendo.
Las dos sabíamos que significaba esa sonrisa. Reí en voz baja y me acerqué a
ella abrazándola.
Empezamos a comer en silencio. La verdad es que la relación
con nuestros abuelos se había enfriado muchísimo desde que se murió mi madre,
aunque las cosas se arreglaron con mi abuela, mi abuelo seguía estando bastante
distante. Finalmente mi abuela rompió el hielo.
-Chicas, contadnos, ¿qué tal las clases? ¿Os gusta el
colegio?
-Sí, es genial, y la gente es muy simpática.
-Y las clases pues bien, tranquilas. –Mi hermana me miró
aguantando la risa y yo le di una patada por debajo de la mesa.
-Me alegro de que os guste. Por cierto, vuestro padre ha
llamado esta mañana. –Levanté la vista del plato para centrarla en mi abuela. –Dice
que estará aquí para el cumpleaños de vuestra madre. –Miré el calendario que
había sobre la televisión. Sonreí, eso significaba que en una semana mi padre
estaría con nosotras. Mi hermana empezó a aplaudir por la emoción y yo la
acompañé. Mi abuela reía divertida mientras empezaba a recoger la mesa.
Cuando el reloj marcó las 3 menos cuarto habíamos terminado
de recoger la cocina y de limpiar los platos. Nos despedimos de nuestros
abuelos y nos sentamos en el salón para ver la tele. Mi hermana apoyó la cabeza
en mis rodillas y me miró interrogante, esperando una explicación a lo que
había pasado esa mañana. Yo negué divertida y respiré hondo. Le conté todo lo
que había pasado con Niall y su novia, y como me había saltado las clases con
Harry, ella sólo asentía.
-Entonces, ¿es Harry?
-Sí.
-¿Y Niall?
-Con Rachel. –Ella suspiró y se levantó, sentándose como un
indio en el sofá.
-No quiero que Harry te haga daño.
-No me lo va a hacer. Él no es como tú te piensas. –Mi hermana
empezaba a cabrearme. Suspiré cruzándome de brazos y la miré de reojo.
-Yo sólo te digo lo que dicen las de mi clase.
-¿Y te crees que les voy a hacer caso a tres niñatas? –El tono
de mi voz ahora era más fuerte que cuando empezamos la conversación, mi hermana
centró la mirada en mí, aguantando la respiración, ella estaba tan enfadada
como yo.
-No soy una niñata, eso lo primero, y lo segundo lo digo por
tu bien. –Ella también alzó su voz, pero no al mismo tono que yo.
-Claro que eres una niñata, cuando aprendas de la vida
vienes a darme consejos, joder. Que te crees que lo sabes todo.
-¿Sabes
que te digo? Qué ojalá esa noche te hubieras muerto tú y no mamá. –Sus gritos
resonaron por la pequeña habitación y se clavaron con demasiada fuerza en mi
pecho. Las lágrimas en los ojos de mi hermana se hicieron presentes y salió
corriendo hacia su habitación. Mientras yo estaba ahí parada mirando el lugar
que hacía apenas unos segundos había ocupado mi hermana. Y de repente el
pequeño recuerdo de aquella noche me vino a la memoria, justo cuando una lágrima
se deslizó con delicadeza por mi mejilla.
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