Lo vi alejarse calle abajo mientras yo estaba paralizada
sonriendo como una idiota. Fue la voz de mi hermana la que me hizo volver a la
realidad.
-Es guapo. Demasiado para ti.
-Vaya, gracias Vicky. –Sonreí irónicamente mientras ella me
sacaba la lengua. Empecé a andar camino a mi casa mientras mi hermana iba
detrás hablando con unos amigos. Puse la música en mi iPod y me desentendí del
mundo. Iba distraída, siguiendo en mi cabeza los fuertes acordes que resonaban
en mis oídos. Lo último que pude sentir fue como alguien tiraba de mí y hacía
que me estrellara en el suelo haciendo que mis auriculares se cayeran y devolviéndome
así a la realidad.
-Hay formas menos dolorosas de suicidarse que dejar que te
atropelle un autobús. –La ronca voz de Harry se clavó en mis oídos, en los que
aún resonaba un eco de la música que estaba escuchando segundos antes, y me
giré con brusquedad para verle. Y ahí estaba él y su perfecta sonrisa.
Me ayudó a levantarme del suelo y justo cuando iba a hablar
para agradecerle que me salvara escuché a mi hermana a pocos metros de mí.
-¡Beca! ¿Estás bien? –Acto seguido mi hermana se aferró con
fuerza a mi cintura y yo le acaricié el pelo mientras la tranquilizaba.
-Sí, tranquila Vicky, si no hubiese sido por Harry. –La mirada
de mi hermana se desvió hasta el chico de los rizos y sonrió separándose de mí.
Él sólo sonrió y se acarició la parte trasera de la nuca mientras su mirada se
paseaba de mi hermana a mí.
-Bueno, me voy a casa, te espero allí. –Asentí sonriendo y
volví a centrar mi atención en los ojos verdes de Harry. ¿Cómo podían ser tan
bonitos? Empecé a notar el rubor de mis mejillas así que tenía que disimular antes
de que él también lo notara.
-Gracias Harry, si no llegas a estar ahí, -un escalofrío
recorrió mi espalda –da igual. No sé como agradecértelo…
-Deja que te invite a comer.
“Un momento, Beca. Reacciona, el chico hormonado te está
pidiendo una cita. Recuerda tus principios, ¡Beca! Hazle caso a tu cerebro por
una vez y dile que no”.
-Esto… Está bien.
“Imbécil”.
Harry sonrió y provocó mi sonrisa también. Quedamos en una
media hora en mi portal y me despedí de él para ir a cambiarme. Cuando llegué a
mi casa mi hermana estaba tumbada en el salón viendo un, poco interesante,
documental sobre pingüinos y la mesa del salón estaba presidida por mi plato de
comida.
Suspiré, recordándome a mí misma que había quedado en 20
minutos. Corrí a mi cuarto a cambiarme de ropa, no quería ir muy arreglada,
pero tampoco iba a ir vestida como en clase. Me acabé decidiendo por un
pantalón corto con un estampado de flores y una camiseta a rayas marineras. Me
recogí el pelo en una trenza y abrí mi hucha esperando encontrar algo de
dinero. Pero mi esfuerzo fue en vano. Esa hucha llevaba vacía tres semanas y no
iba a salir el dinero por arte de magia. Salí de mi cuarto tras haberme
retocado el maquillaje y me acerqué a mi hermana que ahora miraba interesada
una novela inglesa.
-Enana, te he cogido un poco de dinero, te lo devuelvo el
domingo. –Ella asintió y me despedí de ella dándole un beso en la frente.
-Pásatelo bien. –Una sonrisa salió de su angelical rostro y
yo salí de casa para ir a hablar con mis abuelos. Llamé un par de veces hasta
que escuché la voz de mi abuela al fondo del pasillo. En medio minuto estaba
abriéndome la puerta con su imborrable sonrisa.
-Abuela, me voy unas horas, ¿puedes vigilar a Vicky?
-Claro que sí, cariño. –Pronunció las palabras en español
con un exquisito acento inglés que me hizo recordar a mi madre. –Pásalo bien.
-Gracias abuela, hasta luego.
Bajé las escaleras de dos en dos consciente de que, como
siempre, llegaba tarde. Salí a la calle y pude observar como el cielo se había
teñido de gris.
No había nadie en mi portal, así que me senté a esperarle en
uno de los escalones que presidían el edificio. Vi aparecer su figura por la
calle, sus rizos caían por su cara y pude percibir una fugaz sonrisa en su
cara. Sonreí yo también levantándome del escalón acercándome a él.
-¿Y a dónde desea ir la señorita? –Su voz se escuchó por
toda la calle y yo sonreí encogiéndome de hombros. No conocía ninguna
cafetería, voy a conocer un restaurante.
-¿Un burguer? –Me miró sorprendido por mi ocurrencia y
rompió a reír mientras yo bajaba la mirada avergonzada.
-Yo pensaba en algo más elegante, pero eso lo dejaremos para
la segunda cita.
-¿Quién te ha dicho que vaya a haber una segunda cita,
Harry? –La sonrisa desapareció de su cara y yo sólo guiñé un ojo; empecé a
andar hacia el burguer más cercano que conocía, sabía que me seguía y sonreía
feliz por mi victoria.
-Siempre hay una segunda cita, pequeña. –Sentí sus rizos
rozar mi cuello mientras él me susurraba al oído y me estremecí.
Entramos y nos sentamos en unas de las pocas mesas vacías
que había; las chicas del local se giraban para mirarle, pero claro, ¿quién no
lo haría? Llevaba una camisa que resaltaba aún más sus esculturales músculos.
-¿Qué pido?
-Lo que quieras, me da igual la verdad. –Sonrió y se alejó a
pedir la comida. Fue ahí cuando me percaté de que Harry era igual que Lucas,
llamaba la atención de las chicas, sabía perfectamente como enamorarlas y sus
personalidades eran exactamente iguales, no había nadie que pudiera quedar por
encima de ellos. Suspiré cuando la imagen de Lucas vino a mi mente y miré por
la ventana del local intentando despejarme. Pero fue imposible, los recuerdos
se adueñaron de mi mente, mis amigos, los momentos vividos y sobre todo él.
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