Tras cinco minutos apareció Harry cargado de bandejas y
hamburguesas, yo reía mientras veía como sorteaba mesas y gente para llegar a
la mesa con la comida intacta. Tras esquivar varias mesas llegó por fin. Me miraba extrañado mientras yo seguía riéndome recordando la escena.
-¿Qué te hace tanta gracia? –Negué divertida mientras le
daba un sorbo a mi Coca-Cola. Él siguió mirándome hasta que al final acabó
acompañando mi risa y nos convertimos en el centro de atención.
-Harry… ¿de verdad piensas que me voy a comer todo esto? –Señalé
la bandeja y las montañas de hamburguesas y patatas que había en ella. Él sólo
asintió y le dio un mordisco a una hamburguesa de queso. Espiré resignada y empecé
a comer yo también.
Estuvimos más de media hora intentando comernos todo lo que
Harry había pedido pero nos fue imposible y acabamos dejando dos paquetes de
patatas y media hamburguesa. Me eché en el respaldo de la silla exhausta de
haber comido tantísimo. Salimos del restaurante y empezamos a pasear por las
calles principales de Londres; llevaba tres meses viviendo allí y aún así me
seguía sorprendiendo por ver tan cerca el Big Ben, el London Eye, la Abadía de Westminster… Y Harry lo notó.
-¿Quieres que subamos a la noria? –Lo miré con un brillo en
los ojos y asentí con una sonrisa de oreja a oreja. Fuimos corriendo a sacar el
ticket, y esperamos la media hora de cola.
Subimos en el London Eye y vimos la ciudad desde lo más
alto; llevo tres meses aquí y nunca me había subido, es de ser tontos Beca. Mi
mente volvió a ponerse recordar viendo aquel paisaje de Londres. Mi madre era la
protagonista de mis recuerdos, los paseos con ella por Hide Park, las risas
mientras me enseñaba inglés… Vi en el reflejo del cristal a Harry mirándome preocupado
y me volví hacia él poniendo mi mejor sonrisa fingida.
-¿Pasa algo, Beca? –Su pregunta me pilló desprevenida.
Suspiré volviéndome de nuevo hacia el cristal intentando evitar a su mirada. –Beca,
sabes que me puedes contar lo que sea. –Me dio la vuelta haciendo que volviera
a fijar mis ojos en los suyos y fue justo cuando nuestras miradas se cruzaron
cuando sentí una lágrima deslizarse por mi mejilla. Él sólo me besó la frente y
me abrazó con fuerza. Había vuelto la electricidad que había sentido por la
mañana con Niall.
-Gracias.
-¿Qué ha pasado, pequeña? –Me sequé las lágrimas que quedaban
en mis mejillas y suspiré.
-Me he acordado de mi madre, sólo eso. –Me miraba intrigado
y me centré en sus ojos verdes. –Mi madre murió hace 3 años. Ella era
londinense y yo pasaba aquí todos los veranos; ver Londres desde aquí me ha
hecho recordar muchas cosas. –Volví a sentir las lágrimas surgir pero respiré
hondo y parpadeé un par de veces para evitar volver a llorar.
-Venga Beca, tranquila ¿vale? Estoy aquí. –Me volvió a abrazar
mientras acariciaba mi pelo. Se estaba tan bien entre sus brazos, me sentía más
protegida; estuvimos abrazados lo que quedaba de viaje y cuando bajamos del
London Eye fuimos a dar un paseo por un parque cercano.
Harry me estuvo contando cosas sobre él, como que tenía tres
hermanos y una hermana, todos más mayores que él menos uno de los chicos, que
tenía tres años menos. Yo le conté cosas sobre España, sobre mis amigos, las
clases de guitarra que daba allí. Y al final acabamos gastándonos bromas y
riendo por las calles de Londres. Mi móvil marcaba las siete y media y se
empezaba a notar en las calles que comenzaban a quedarse vacías. Miré a Harry
que estaba distraído viendo los relojes de un escaparate y me acerqué a él.
-Harry, será mejor que nos vayamos ya. –Él me miró de reojo
y sonrió mientras asentía.
-Venga, te acompaño.
-No hace falta, está a diez minutos de aquí. Tranquilo. –Él negó
sonriente, me agarró la mano y empezó a andar hacia mi bloque.
-Bueno, Harry, gracias por lo de hoy. En serio, gracias.
-No tienes que darlas. –Se despidió de mí con la mano y
empezó a andar.
“Vamos Beca, ¿vas a dejar que se vaya así?”
Y empecé a correr llamándole, se paró a pocos metros de mi
bloque y yo aceleré el paso mientras él me miraba con una sonrisa. Cuando por
fin llegué a donde él estaba lo abracé con fuerza, como cuando hace tiempo que
no ves a una vieja amiga. Y él me estrechó con más ímpetu aún. Sus rizos
rozaban mi cuello y yo respiraba con tranquilidad su perfume.
-Hasta el lunes, idiota.
-Hasta el lunes, tonta. –Y volví a mi edificio corriendo.
La puerta de mi casa estaba cerrada, por lo que supuse que
mi hermana estaría en casa de mis abuelos, así que antes de entrar fui a por
ella. Se escuchaban las risas de mi hermana desde el rellano, y pude escuchar a
un chico con ella pero no pude diferenciar su voz. Llamé unas cuantas veces con
rapidez y mi abuelo abrió la puerta.
-Pasa cariño, tu hermana está en el salón. –Le di un beso a
mi abuelo y entré al salón pasando por la cocina para saludar a mi abuela, y
cuando llegué al salón me encontré con él haciendo reír a mi hermana. Los miré
desde la puerta hasta que por fin se dio cuenta de mi presencia.
-Buenas noches, peque.
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