sábado, 9 de febrero de 2013

CAPÍTULO 7.


Colgué el teléfono y me puse la primera sudadera que encontré en el armario. Cogí mis llaves y bajé corriendo las escaleras hasta llegar a la calle. Resonaban unos truenos en el horizonte, por lo que la tormenta no llegaría en llegar. Niall estaba sentado en uno de los escalones y yo me senté a su lado.
-¿Qué querías decirme? –Levantó la vista del suelo y me miró sonriendo.
-En realidad sólo quería escuchar tu voz y que no fuera a través de un teléfono. –Pude notar mis mejillas ardiendo y agradecí que fuera de noche y él no pudiera verlo.
-Niall, tengo sueño.
-Te cargas cualquier momento, Beca. –Yo sólo reí irónicamente.
-¿Esto es un momento?
-He venido en mitad de la noche para verte, no sé que será para ti un momento, pero para mí sí lo es. Me voy, ¿vale? –Suspiré mientras vi como se levantaba y empezaba a andar calle abajo.
-¡Espera! Maldita sea, Niall. –Corrí detrás de él y lo agarré del brazo para que me mirara. –Sólo he dicho que tenía sueño. No que no me gustara el detalle.
-No hay quién te entienda.
-Me conoces desde ayer, no pretendas creerte mi mejor amigo ni nada de eso. Está claro que no me conoces.
-¿Sabes que te digo, Beca? Ojalá Harry se hubiera ahorrado el presentarnos. –Aquello me dolió más que cualquier otra cosa. –Hasta el lunes. –Y se marchó. Vi su figura perderse en la oscuridad de la noche mientras yo seguía  ahí parada. Sacudí la cabeza un par de veces intentando que mi cerebro reaccionara y esperando a que las piernas me respondieran pero nada. Acabé cediendo y me senté en la acera, dejando que las lágrimas que se iban almacenando descendieran por mis mejillas.
“Oh, genial Beca. Tu lado borde tenía que salir justamente ahora. Genial eh.”
Farfullé un par de insultos en voz baja mientras me levantaba del suelo y secaba mis lágrimas. Me fui andando con parsimonia hasta mi casa y lo único que hice cuando llegué fue meterme en mi cama y finalmente tras muchas lágrimas, conseguí quedarme dormida.
Los saltos de mi primo sobre mi cama me despertaron.  Abrí los ojos, aún rojos de haber llorado, y me encontré con la sonrisa de mi primo a pocos centímetros de mi cara, sonrisa que se borró en cuanto me vio. Suspiré y me tapé con la manta hasta la cabeza, no quería escuchar las preguntas con las que me iban a acosar y mucho menos que me dijeran cualquier tontería sobre mi carácter. Esperé a sentir como mi primo se levantaba de la cama pero no lo hizo. Poco a poco fui bajando la manta y me volví a encontrar con su mirada.
-¿Qué ha pasado?
-Soy… soy idiota. Eso es lo que ha pasado. –Le conté a mi primo todo lo que pasó la noche anterior mientras él sólo asentía y me miraba fijamente. –Y eso es todo lo que ha pasado. –Dije cuando terminé de contarle la pelea con Niall.
-Vale. Te diría que tu carácter es un asco, pero no voy a deprimirte más. –Resoplé y volví a taparme. –Escucha Beca, no pasa nada. El rubito sólo es un chico. No es el fin del mundo ¿vale?
-Sí.
-Bien, pues ahora vamos. Os invito a comer.
-¿A comer?
-Sí, son las una y media. –Miré alarmada el reloj de mi mesilla y me levanté casi en el acto. Me puse una coleta alta y un pantalón largo con una camiseta de manga francesa y salí al salón donde mi hermana nos esperaba con una sonrisa. Fuimos a un restaurante italiano del centro donde Will ya había reservado mesa. Nos sentamos y pedimos un plato de pasta para cada uno.
-Pues yo creo que sí te quiere. –La voz de mi hermana rompió el silencio. Mi primo y yo dejamos de comer para centrar la mirada en mi hermana que siguió comiendo como si no hubiese dicho nada.
-Perdona, ¿qué?
-Que te quiere, o por lo menos le gustas. Si no le gustaras, ¿crees que habría ido a casa en mitad de la noche a verte? –Mi primo asentía pensativo justo enfrente de mí y clavé mis ojos en él.
-Ni se te ocurra darle la razón.
-La tiene prima. Yo no voy a casa de una chica en mitad de la noche sólo por que sea una amiga normal. –Suspiré y pedí la cuenta a una camarera que pasaba por ahí.
-Pues yo no pienso eso.
-Beca, al menos reconoce las verdades. –Mi hermana volvió a retomar la palabra y a centrar la atención de la mesa.
-Deja de decir tonterías, ¿quieres? –La chica trajo la cuenta y se la llevó en cuanto puse un billete de 50 libras en ella. A los pocos segundos me trajo la cuenta y nos fuimos a la estación de trenes para despedir a Will.
Mientras caminábamos en silencio hacia allí un camiseta verde llamó mi atención, esa camiseta la había visto yo antes. Levanté un poco más la mirada y me encontré su sonrisa, pero no estaba dirigida a mí, sino a una preciosa chica rubia que caminaba agarrada de su mano. Yo observé la escena parada a unos metros de distancia. Mi hermana también lo vio y llamó la atención de mi primo para que también mirara.
-Sí, Vicky, me quiere muchísimo. –Dije con lágrimas en los ojos.

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