Después de saborear un rato sus labios fui consciente de lo
que estaba haciendo y me aparté de él.
-Niall… ya ha dejado de llover. Puedes irte. –Él fijó sus
ojos en los míos y bajé la cabeza evitando su mirada.
-Beca…
-No, nada de explicaciones. Esto no ha pasado. Tu novia es
la rubita operada y yo sólo soy una compañera de clase. –Él rió en voz baja se
acercó a donde yo estaba. Pude percibir aún unas cuantas gotas de lluvia que se
deslizaban por su pelo. Sentía su aliento pegado a mi cuello y resopló un par
de veces antes de acercarse, aún más, a mi oído.
-Al parecer es verdad que los besos de las españolas son los
mejores. –Me dio un suave beso en la mejilla y se alejó. –Mañana nos vemos.
-Adiós. –Salió del apartamento en medio minuto y yo me fui a
mi cuarto. Me tumbé en mi cama a pensar y eso fue lo que hice toda la noche. Las
horas pasaron más lentas que nunca, y yo seguía sin poder dormir, cada vez que
cerraba los ojos volvía a revivir el beso con Niall y las mariposas de mi
estómago parecían querer salir y revolotear por toda mi habitación.
“Déjalo ya, ¿quieres? Un beso, ha sido un maldito beso. Nada
más. No pienses más en eso, él no va a dejar a la chica operada por ti, no lo
va a hacer. Así que deja ya de pensar en él, cierra los ojos y duerme; mañana
va a ser un día muy largo”.
Y, por primera vez en mis 17 años de vida, hice caso a lo
que mi cerebro decía. Dejé de pensar en él y en el beso. Cerré los ojos y,
cuando el reloj marcaba las cinco menos cuarto, me dormí.
Cuando abrí los ojos el reloj aún marcaba las seis de la
mañana. Escuchaba tronar desde mi cuarto y suspiré levantándome de mi cama. Fui
a la cocina a preparar algo de desayuno y acabé por prepararme un tazón de cereales. Me senté en el sofá y
fijé la mirada en el televisor apagado. Veía mi reflejo en él y suspiré.
Tenía ojeras por no haber dormido y el pelo totalmente alborotado. Un relámpago
iluminó toda mi casa y yo me agarré con fuerza a mis rodillas, enterrando la
cabeza en el pequeño hueco que había.
Al cabo de una hora decidí arreglarme, me recogí el pelo en
un moño y me puse un pantalón largo y
una sudadera. Cogí la mochila y el móvil y me fui andando con parsimonia hacia
el instituto.
Las risas de Josh y Tom resonaban por todo el aula y estaban
acompañadas por las agudas voces de un par de chicas; abrí la puerta y centré
la vista en mi sitio y en Julie que estaba sentada sobre el radiador mientras
miraba por la ventana. Me acerqué a ella con una sonrisa fingida y la abracé en
forma de saludo.
-¿Estás bien? –Asentí aún pegada a su pecho y ella me abrazó
con más fuerza. –No has dormido, se te nota bastante. Si quieres contarme algo
aquí me tienes. –Me separé de ella y empecé a contarle lo que había pasado con
Niall y el paseo con Harry del viernes. Cuando acabé ella lo único que hizo fue
sonreír y abrazarme de nuevo, ella sabía perfectamente que era lo que
necesitaba.
La puerta se abrió y apareció Harry. La sonrisa era presente
en su rostro y a mí me salió una sonrisa espontánea nada más verle, sonrisa que
se esfumó cuando vi asomar la figura de Niall agarrada de la mano de su
preciosa novia rubia.
-No te preocupes, esos dos no duran ni dos minutos. Ella es
muy “sociable”. –Reí ante su metáfora y centré la mirada en el grupo de chicos,
que empezaron a alzar la voz más de lo normal.
-Niall, se comenta que la nueva besa bastante bien. –Una de
las chicas que estaba riendo con Josh y Tom cuando entré a clase centró toda la
atención del grupo, que segundos más tarde miró intrigado a Niall.
-¿Qué quieres decir con eso? –La rubita operada agarró el
brazo de Niall con fuerza y él la miró sonriendo.
-Rachel, tranquila. No ha pasado nada. –Vi como Niall me
buscaba con la mirada, y cuando lo hizo bajó la cabeza y pude ver como
vocalizaba un ‘lo siento’. –Sabes que no es mi tipo, demasiado sosa, aburrida.
Es una empollona. Me gustas más tú. –Y lo último que pude ver antes de salir
corriendo de clase fue como estampaba sus labios en los labios de la chica.
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