[Narra Niall]
Me revolví en la hierba cuando
escuché un trueno detrás de las montañas que nos rodeaban y, cuando abrí los
ojos, un rayo atravesó el cielo iluminando el monte. La tormenta estaba a pocos
metros de nosotros, así que tendríamos que volver cuanto antes. Miré a mi
derecha y me encontré a Beca completamente dormida a pesar del estruendo de los
truenos. Sonreí acariciando con delicadeza su mejilla y apartando un par de
mechones que se habían colado entre su nariz y su boca. Ella arrugó la nariz y
se dio la vuelta dándome la espalda.
Aún estábamos desnudos. Sentí un
rubor en las mejillas y deslicé mi dedo por su columna vertebral. Sentí como se
estremecía y me acerqué a su oreja, no sin antes dejar un par de besos en su
cuello.
-Despierta Beca. Hay tormenta. –Ella
volvió a girarse y se abrazó a mi cintura. –Vamos, tenemos que irnos.
-Cinco minutos más, rubito. –Su voz
era débil y soñolienta. De repente un nuevo trueno rugió a pocos metros de
dónde nosotros estábamos. Beca se abrazó con más fuerza a mi cintura y abrió
los ojos. –Vale, nos vamos. –Solté una carcajada y ella se levantó de un salto
permitiéndome observar cada una de sus curvas.
-Levantarse con estas vistas es
un placer. –Ella me miró extrañada y desvió la vista hasta su cuerpo únicamente
vestido por unas bragas rojas. Se sonrojó y corrió a taparse con la manta con
la que yo me estaba cubriendo. Cogió su camiseta que estaba a pocos metros de
nosotros y se la puso en medio segundo.
Reí e hice lo mismo con mis bóxers
y mis vaqueros. Cuando acabé de ponerme la camiseta ella ya estaba vestida y
peinada. Se había puesto un moño dejando que un par de mechones taparan parte
de su cara. Se dio la vuelta para recoger las cosas del picnic, dándome la
espalda. Estaba preciosa, como ninguna chica podía estarlo. Mi mirada fue
bajando hasta mantenerla en su trasero, oh joder. Reí por lo bajo recordando la
noche anterior y ella se dio la vuelta en un segundo. Me pilló mirándola
embobado y se cruzó de brazos.
-Mueve el culo, Horan. Y deja de
mirar el mío. –Se echó la mochila al hombro y soltó a su caballo mientras
acariciaba la crin de éste. Dio un salto y se encajó perfectamente en la
montura mientras azuzaba al caballo para que corriera en dirección al hotel. –¡Quien
llegue primero invita a comer! –La escuché gritar en la lejanía y reí subiéndome
yo también en el caballo. Lo hice correr como nunca para poder alcanzarla.
Cuando llegué a su altura ella reía escandalosamente mientras la tormenta nos
pisaba los talones.
Estaba despuntando el alba cuando
aparecimos por el hotel. El hombre que nos atendió la mañana anterior estaba en
la puerta del hotel con un café caliente en la mano. Nos miró sonriente y se
acercó a recoger a sus dos caballos.
-Espero que hayáis disfrutado de
la experiencia, chicos. –Beca y yo nos miramos cómplices y ahogamos una risa.
-Ha sido todo genial. Gracias
George. –Le entregó la mochila y se despidió de él con la mano. Nos montamos en
el BMV de Chris para volver a Londres después de vivir una de las mejores noches
que había vivido en mucho tiempo.
Empecé a conducir camino a casa y
vi como Beca se quedaba dormida en el asiento. Miré a la carretera pensando
como narices me podía haber enganchado tanto a una tía en tan poco tiempo. Ella
se revolvió en el minúsculo espacio que tenía cuando el móvil empezó a sonar en
el cenicero del coche. Lo cogí intentando parar la música y que ella siguiera
descansando.
-¿Diga?
-¿Niall? ¿Eres tú? –Era la voz
ronca de Harry la que estaba al otro lado de la línea.
-El mismo. –Escuché resoplar a
Harry.
-¿Está Beca por ahí? Necesito
hablar con ella.
-Está dormida. –Volvió a resoplar
con más insistencia en el auricular. -¿Qué narices quieres Harry?
-Cuando se despierte dile que me
llame. –Colgó el teléfono y miré a Beca que me miraba desde el asiento del
copiloto.
-Buenos días dormilona. –Ella se
estiró en su asiento y miró divertida por la ventana. Dejé el móvil en el
cenicero y volví a centrar la mirada en la carretera.
Llegamos a Londres a las diez y
media de la mañana. Dejé a Beca en su casa, no sin antes aclarar que me debía
una comida por haber perdido la apuesta, y me marché a casa de Chris a
devolverle el coche. Llegué justo a tiempo para ver la moto de Harry derrapar
calle abajo y marcharse. Aparqué el coche en la puerta de su garaje y llamé un
par de veces al telefonillo.
-¡Niall! –Chris me abrazó con
fuerza y yo reí.
-Está bien tío, que no me he ido
a la guerra. –Entré en su casa y me senté en el sofá mientras él traía un par
de cervezas de la nevera. -¿Qué hacía Harry aquí? –Chris tensó la mandíbula y
me miró encogiéndose de hombros.
-Él dice que nada. Yo digo que
está enamorado. –Di un trago de la cerveza y volví los ojos en blanco.
-¿Cuántas veces ha estado
enamorado ya?
-No tío, enamorado de verdad.
-Kara lo ha cambiado. –Sonreí. –Espero
que siente cabeza de verdad.
-Niall… Harry no está enamorado
de Kara.
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