[Narra Harry]
‘Malditas sean mis ganas de
tenerla’. Eso llevo pensando desde que la dejé sola el lunes por la noche.
Llevo ya cinco días metido en la cama sin ir a clase, ni salir para nada. ¿Ir a
clase? ¿Para ver como el gilipollas de Niall se la come a besos? Tendría que
ser yo el que la besara cada hora. Resoplé escondiendo mi cabeza en la almohada
cuando el móvil volvió a sonar.
Era la novena vez que sonaba la
melodía de Coldplay en mi habitación y ninguna de las nueve había sido ella.
Todas de parte de Gemma, y esta vez no iba a ser una excepción. Colgué el
teléfono y seguí dando vueltas en mi cama. El reloj de la cocina me avisó de
que eran las tres y media de la tarde, así que me levanté, cogí una cerveza, me
preparé un sándwich y comí mientras veía la televisión. El pitido de mi móvil avisándome
de que tenía un mensaje apartó mi concentración del programa de deportes que
estaban emitiendo.
Otra vez el maldito móvil. No
quería saber nada del mundo si no era ella. Y no, no lo era. Era Tommy,
invitándome a su pub esta noche. Acepté la invitación y guardé el móvil. A las
seis empecé a arreglarme y a las siete menos cuarto estaba entrando en el pub.
Tommy me saludó desde la otra punta del local, vi como estaba sentado al lado
de un par de chicas bastante guapas, pero nada comparado con la belleza de
Beca. Suspiré y me acerqué sacando mi mejor sonrisa.
-Harry, estas son Alice y Renee.
–La primera era rubia platino, llevaba una camiseta un tanto escotada y una
falda demasiado corta. Renee era igual que su amiga, pero en moreno. Ambas me
sonrieron. –Bueno, yo me voy con Renee, hasta luego chicos.
-Harry, ¿quieres bailar? –La miré
con la cara seria y suspiré. No era Beca, no era su sonrisa, ni su forma de
arrugar la nariz, no tenía el brillo en sus ojos ni tenía ese acento tan
perfecto. Negué sonriendo.
-Me quedaré aquí sentado.
-Ah bien. –Ella se sentó a mi
lado, demasiado cerca quizá. –Yo me quedo contigo. –Resoplé aceptando y ella
comenzó a hablar, ni si quiera estaba escuchando lo que me decía, estaba más
pendiente de acabarme la copa y largarme a mi casa. No había sido buena idea
aceptar la invitación de Tommy.
Pasaron treinta minutos y la
chavala seguía hablando, ¿no tenía otra persona a la que calentarle la cabeza?
La miré sonriendo mientras ella gesticulaba y, cómo no, seguía hablando. Di un
sorbo a mi copa, intentando que el alcohol hiciera rápido su efecto y me fuera
más sencillo aguantarla.
Fue entonces cuando miré la
puerta y ella apareció. Empezó a buscar a alguien por todo el local y,
finalmente acabó apoyándose en una pared. Parecía cansada. Me levanté pidiendo
disculpas a Alice y me acerqué a ella intentando que no me viera.
-¿Cuántas veces te tengo que decir que no
vengas a estos sitios sola? –Ella me miró sorprendida y sonrió y, por acto
reflejo, sonreí también.
-Estaba buscándote. Tu hermana
está preocupada y los chicos también.
-¿Y tú? –Se mojó los labios para
contestar y me puse delante de ella, encerrándola entre mis brazos, intentando
que el espacio que nos separaba se redujera al mínimo.
-Yo… yo también. –Se agarró a mí,
abrazándome y yo le devolví el abrazo con fuerza, aspirando el olor de su pelo.
Coco. Su voz volvió a colarse en mis pensamientos.- ¿Dónde has estado?
-Necesitaba alejarme de todo. Ha
sido una semana de vacaciones. –Reí pero ella seguía con la mueca seria.
Parecía realmente preocupada. –Vamos, sonríe. Estoy bien. –Sí, vamos Beca,
ilumina este tugurio con tu sonrisa.
-¿Y si te llega a pasar algo,
qué? ¿Creía que te había atropellado un autobús, o cualquier tontería? –La
escuché suspirar y vi como se cristalizaba su mirada por las lágrimas. No podía
verla así, así que la pegué mas a mí mientras me acercaba a su oído.
-Estoy aquí, tranquila. –Ella me
apretó con más fuerza y yo me separé apenas medio centímetro para coger su cara
entre mis manos y besarla como llevaba deseando hacer toda la noche. La sentí
luchar contra mi agarre, pero acabó cediendo y me correspondió el beso. La
echaba de menos, maldita sea, echaba de menos su forma de actuar, sus sonrisas
en mitad de la clase y su forma de tocarse el pelo cuando está nerviosa y hasta
su forma de taparse la nariz cuando está aguantando la risa. La besé aún con
más fuerza y me separé para sonreír mientras la miraba a los ojos. Ella también
sonreía.
-Te invito a un chupito. –Aceptó
y nos acercamos para pedir las bebidas. Dos chupitos, que se transformaron en
cuatro gracias a mi amigo Tommy. Levantamos las copas brindándolas y sonreí
para mis adentros.
“Por las segundas oportunidades”.
Entonces se puso de puntillas
para susurrarme algo al oído.
-Salgamos de este antro, Harry.
-Estaba deseando que me lo
pidieras. –La agarré de la mano y la saqué de aquel lugar. Empezamos a andar
mientras reíamos por cualquier tontería que decíamos. La gente que pasaba nos
miraba sonriendo. Yo sonreía. Después de una semana, sonreía de nuevo y todo
gracias a ella. Llegamos a mi portal y se paró a pocos metros de mí.
-¿Quieres subir? –Las palabras
salieron con demasiada brusquedad y me mordí el labio después de decirlo,
parecía gilipollas. Ella me miró sonriendo.
-No, me voy a casa, nos vemos el
lunes. –Eres un imbécil Harry. Sonreí falsamente y la vi empezar a andar.
“¿Qué cojones crees que estás
haciendo, tío? Cógela, bésala y súbela a casa.” Hice caso a mi cerebro y corrí
a por ella cogiéndola en brazos haciendo que me mirara.
-No te voy a dejar ir otra vez.
Yo lo hice una vez y fue la peor decisión de mi vida. –La acerqué más a mí y la
besé en la nariz mientras ella reía. Subí las escaleras con ella de la mano y
entré en mi casa cerrando la puerta de un portazo.
-Ponte cómoda. –Entré en la
cocina y empecé a rebuscar en todos los cajones en busca de algo decente que
darle de comer. Miré a la encimera y la vi sentada encima de ella. Sonreía. Me
quedé parado sonriendo como un imbécil. ¡Maldita sea, me vuelve loco!
-Es que… verás, resulta que sólo
estoy cómoda a tu lado. –Me acerqué a la encimera y ella enrolló sus piernas en
mi cadera. Rocé sus labios con los míos
y sentí su piel erizarse. Tenía la necesidad de hacerla mía. Hacerla mía a
todas horas, que se quedara la marca de mis besos en su cuerpo y la de los
suyos en el mío.
La cogí en brazos mientras ella
se agarraba a mi cuello y la seguía besando mientras íbamos a mi habitación. La
dejé en mi cama y ella agarró mi camiseta haciendo que cayera sobre ella.
Sonrió y volví en busca de sus labios y empecé a bajar por su cuello mientras
ella se dejaba hacer. No sé cuando pasó pero cuando bajé al filo de su pantalón
ya estábamos los dos sin camiseta. Entonces ella cogió mi brazo observando con
atención uno de mis tatuajes mientras reía.
-¿Porqué una percha? –La miré
divertido y me encogí de hombros. –Qué raro eres. –Me sacó la lengua y besó con
dulzura el tatuaje provocando que me estremeciera. Rió y volvió a mis labios,
saboreándolos con dulzura. La seguí desvistiendo mientras ella hacía lo mismo
conmigo y, cuando estábamos completamente desnudos, entré en ella.
Ahogó un grito pegando su boca a
mi hombro y yo la besé el cuello mientras me movía lentamente. Notaba como su
respiración se encajaba a la perfección a la mía. Sus ojos se ponían en blanco
mientras clavaba sus uñas en mi espalda. La pegué aún más a mí mientras ella
sonreía besándome con rapidez. Quería sentirla mucho más. Bajé mis manos a su
cintura, acariciando toda su espalda, mientras me daba besos por todo mi dorso.
Me agarré a su trasero y algo se desprendió de mí. Ella volvió a clavar sus
uñas en mí, mientras echaba su cuello hacia atrás. Soltó un leve grito antes de
volver a abrir los ojos.
Me tumbé a su lado en la cama
mientras la tapaba con la sábana. Ella me miraba con los ojos entrecerrados,
seguía sonriendo y yo lo hacía con ella. La abracé y le acaricié el pelo
mientras su respiración se iba haciendo cada vez más lenta. Al cabo de un par
de minutos estaba completamente dormida. Yo me recosté a su lado y acabé durmiéndome
mientras olía el coco de su pelo.
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