Me separé de ella dejando que sus
amigas le arreglaran el maquillaje y yo me fui al baño a mirarme la cara.
-Zorra. –Me había arañado con las
uñas de gel y me quemaba el labio. Me eché agua pero la herida seguía molestándome.
-¡Beca! –Julie y Kara entraron
por la puerta gritando y me abrazaron. -¡Esta es nuestra chica! –Rieron y
tocaron mi labio.
-Parad, coño. Duele.
-Mira lo que le has arrancado.
–Julie saco una extensión de su bolsillo y yo empecé a reír. –La voy a guardar
como recuerdo. “La extensión de Rachel arrancada por mi españolita” –Y la
levantó en señal de victoria. Sonreí mientras negaba con la cabeza y volví a
clase con ellas.
Si las miradas matasen, yo no
habría salido viva del colegio, Rachel y sus amiguitas se habían pasado el día
entero mirando a mi sitio y lanzando maldiciones contra mi persona. ¿Mi
respuesta? Reírme de ellas cada vez que me miraban. El timbre. Gracias a Dios.
Recogí las cosas con rapidez y me reuní con los demás en la puerta del colegio.
Mi hermana dirigió la mirada directamente hasta mi labio y me miró extrañada,
Julie se acercó por detrás y sonrió al ver la expresión de mi hermana.
-Beca es una matona.
-Cállate, ¿quieres? –Reí y me
despedí de todos mientras empezaba a andar en dirección a mi casa. La comida
estaba en la mesa, pero no estaban ni mis abuelos ni Will. Supuse que lo habían
llevado a la estación para que volviera a Manchester. Suspiré, sabiendo que no
lo vería hasta dentro de unas tres semanas, cuando acabara los finales.
Acabamos de comer y mi hermana se
tumbó en el sofá para leer. Yo decidí irme a mi cuarto y dar un repaso por las
redes sociales, no sin antes pararme en el baño para mirarme el labio.
-Zorra. Me ha destrozado el
labio. –Rocé con la punta del dedo la herida y rechiné los dientes del dolor.
Me tumbé en la cama y miré al
techo. Necesitaba hablar con alguien, no sólo de la pelea sino de todo en
general. Alargué mi mano en busca de mi móvil y busqué el número de Cris. Al
segundo toque ya estaba contestando.
-¡Beca! Dos llamadas en un mismo
mes, que milagro. –La escuché reír. –Cuéntame, ¿qué te pasa?
-Estoy hecha un maldito lío.
–Resoplé y me incorporé pegando mi espalda en el cabecero. Empecé a contarle
todo lo que había pasado, desde el principio, sin omitir ningún detalle. Ella
escuchaba tranquilamente al otro lado de la línea y, cuando terminé, la escuché
suspirar.
-Entonces, peque, me estás
diciendo que los dos tíos más buenos de todo el instituto están detrás de tu
precioso culo y tú, estás con uno de ellos, pero el otro te llama la atención
¿no? –Parece que la estaba viendo sonreír en su habitación repleta de posters.
Yo negué con la cabeza.
-Más o menos es eso, sí.
-Maldita sea, ¿crees que
aceptarían hacer un trío? Él que mejor funcione en la cama es con el que te
quedas. –Ambas empezamos a reír como locas.
-¡Cris! –Ella seguía riendo.
-Vale, vale, ya pasó. No sé,
Beca, si quieres mi humilde opinión.
-La quiero, la quiero.
-Pues es, que yo tampoco sé que
hacer. –Ahogué una risa.
-Muy buen consejo.
-Joder, no te voy a decir las
mierdas esas de “sigue a tu corazón” bla, bla, no. Tú… déjate llevar.
-Gracias Cris, te volveré a
llamar.
-Hazlo. Te quiero.
-Yo no. –Reímos y colgué. La hora
del móvil marcaba las seis menos cuarto de la tarde. Me estiré en la cama y
fijé la mirada en el techo. Tendría que hacer deberes de matemáticas, pero no
estaba muy por la labor. Cogí el portátil de debajo de mi cama y lo encendí
metiéndome en Twitter y Tuenti. No había muchas novedades. Un par de mensajes
privados y poco más. Los contesté y abrí el chat para ver si había alguien
interesante conectado.
Noe. Cris. Raúl. Y pocos más.
Resoplé desconectándome y cogí un libro de la estantería dejando el ordenador a
un lado.
“Tengo ganas de ti”. Decimo
novena vez que me leo esta novela, pero no tenía otra cosa que hacer así que
abrí el libro y me introduje en las calles de Roma. Leía con rapidez, dejándome
envolver por la historia.
-Beca, vamos a cenar ya. –Miré a
mi puerta y me encontré a mi hermana cruzada de brazos.
-¿Qué hora es?
-Las diez menos veinte. –Me
levanté y dejé caer el libro en la cama. Cenamos mientras mirábamos con poco
interés la televisión. –Mañana tengo examen. No quiero ir a clase.
-¿Te lo sabes?
-Sí, pero me pondré nerviosa y se
me olvidará todo.
-Que no idiota. Vete a la cama y
descansa, verás cómo mañana sale genial. –Ella asintió, llevó los platos a la
cocina y se despidió de mí yéndose a su cuarto.
Yo también debería acostarme, hoy
ha sido un día duro. Fregué los platos con rapidez y me metí en la cama. Una
noche más, Harry, se coló en mis sueños.
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