-Ya sabes dónde está todo, voy a
darme una ducha, en cinco minutos bajo. –Asentí y miré como se quitaba la
camiseta antes de subir las escaleras. Me mordí un labio y empecé a andar hasta
la cocina. –Si quieres, -retrocedí cuando escuché de nuevo su voz en las
escaleras –puedes ducharte conmigo, ya sabes, para ahorrar agua.
-No creo que al mundo le pase nada
si no ahorramos agua. –Lo escuché reír y, cuando oí como cerraba la puerta de
la habitación, entré en la cocina y, tras beber algo de agua, subí las
escaleras hasta su cuarto. Como siempre la pistola sobre el escritorio. Sonreí
rozándola con la yema de los dedos.
Volví a mirar a mí alrededor,
observando el cuarto, no había cambiado
nada desde la última vez que estuve ahí; ni un póster en sus inmaculadas
paredes, todos los libros perfectamente ordenados en las estanterías… Me
acerqué al marco de la puerta y rocé el agujero que yo había hecho hace algo
más de un mes con aquel disparo. Sonreí. Salí de su cuarto dirigiéndome al
baño, pasando por la habitación de sus padres, cualquiera que la viera diría
que viven personas normales, si supieran la verdad se acojonarían y no
volverían aquí. Me quedé mirando la puerta del baño y me senté en la cama.
“Entra vamos, quieres entrar.”
Sonreí, levantándome de la cama. Pero una nueva voz sonó en mi cabeza. “No,
¿eres idiota? Recuerda a esa pelirroja y a todas las tías con las que se habrá
acostado desde entonces.” Una punzada en el estómago. “Seguro que se las tiraba
en el baño, en esa ducha”. Otra punzada. “Y en la cama en la que vas a dormir
hoy”.
Suspiré levantándome de allí y
volví a su cuarto. Me tumbé en la cama enterrando mi cabeza en su almohada y
dejé escapar un par de gritos. ¿Por qué la que siempre acaba sufriendo soy yo?
¿Tan mala he sido en la otra vida? Sentí como una mano se paseaba con
parsimonia por mi espalda causándome escalofríos.
-¿Tienes hambre? –Gruñí una afirmación
y escuché una pequeña risa. –Ven, te voy a preparar algo. –Me cogió en brazos
bajándome a la cocina y me sentó en la encimera.
-Sabes, puedo andar sola. -Abrió la
nevera sacando millones de frutas ignorándome por completo y empezó a buscar
algo dentro del frigorífico.
-¿Dónde cojones habrá puesto mi
madre las manzanas? –Miré a mi derecha y me reí cogiendo un par de manzanas.
-Zayn… -Se dio la vuelta y sonreí
enseñándole la manzana. -¿Buscas esto?
-¿Quieres jugar, preciosa? –Reí y
él se acercó a donde yo estaba, rodeándome con sus brazos.
-Suéltame, Malik. –Seguí riendo
mientras esquivaba sus brazos impidiéndole alcanzar la fruta.
-Dámela. –Negué con la cabeza
haciendo que nuestras narices se rozaran y dejó de moverse para clavar sus ojos
en los míos. Un pequeño suspiro salió de su boca, acto seguido dio un paso
atrás separándose de mí.
-¿Qué pasa?
-Nada. –Me arrebató la manzana de
las manos y la cortó en trozos para después meterla en la batidora con el resto
de las frutas. Añadió un poco de leche y la encendió, haciendo que la cocina
entera se inundara por ese irritante sonido. Me quedé mirándolo desde la
encimera, analizando cada uno de sus movimientos.
En un segundo parecía que todo
había cambiado, no articulábamos ni una palabra, ni si quiera nos esforzábamos
por empezar a hablar de algo. Volvíamos a “Zayn Malik y sus jodidos cambios de
humor”. Cuando el irritante ruido de la batidora cesó, Zayn cogió un par de
vasos y sirvió en ellos la mezcla que había hecho con la fruta. Me acercó una y
volvió a dónde había estado minutos antes. Miré el “batido”, por llamarlo de
alguna forma, y puse cara de asco.
-No creo que deba tomar esto.
-Bebe.
-Zayn, yo…
-Bebe. –Farfullé un par de insultos
y empecé a beber con desgana. Estaba asqueroso; se mezclaban los sabores de las
fresas con las manzanas y de la naranja. Era lo más repugnante que había
probado nunca. Volví a poner cara de asco mientras veía como él se llenaba un
segundo vaso y se lo bebía en medio segundo. ¿Cómo lo aguantaba?
Negué con la cabeza cuando vi como
él levantó un vaso, ofreciéndome más. Se encogió de hombros, dejó los vasos en
el fregadero y salió de la cocina. Escuché como encendía la televisión y ponía
un programa de economía, que rápidamente fue cambiado a uno de deportes. Me
quedé mirando la nevera, analizando cada detalle de la situación.
¿Qué narices había pasado para que
de un momento a otro Zayn hubiera empezado a actuar como un completo
gilipollas? “Ten en cuenta que él siempre es gilipollas.” Gracias cerebro, ese
tipo de información no era necesaria. Me bajé de la encimera y eché a andar en
dirección a Zayn. Me puse delante de la pantalla, impidiéndole la visión y me
crucé de brazos, esperando una explicación por su comportamiento pero, ¿de verdad
esperaba obtener algo? Se quedó impasible, mirándome, sin mover un músculo de
su cuerpo. Aunque yo tampoco iba a ceder, no pensaba apartarme de mi sitio
hasta que él no me dijera nada.
Se levantó, cuando se dio cuenta de
que no me iba a mover, y se acercó a mí con paso decidido; cada paso que él
daba provocaba sacudidas en mi cuerpo. Aún tenía la mirada fija en él cuando,
justo antes de estar completamente frente a mí, su cuerpo giró y se fue por el
pasillo dándome la espalda. Subió las escaleras, sin dedicarme ni si quiera una
mirada. ¿Qué cojones había pasado aquí? Me eché en el sofá, dejando caer todo
mi peso sobre él. Subí las piernas pegándolas a mi pecho y escondí mi cabeza
entre las rodillas. No sé cuándo había empezado a llorar, pero estaba segura de
que ya llevaba un par de horas en ese sofá. Fue entonces cuando sentí unos
brazos rodeando mi cintura y levantándome del sofá.
-Es hora de que vengas a la cama,
preciosa. –Besó mi frente y yo apoyé la cabeza en su pecho, sus músculos se
contraían a medida que íbamos subiendo las escaleras y él cada vez me achuchaba
con más fuerza. Me dejó en la cama y yo le hice un pequeño a mi lado que él
ocupó con una sonrisa. Zayn rodeó mi cintura con sus brazos atrayéndome a él.
-¿Qué ha pasado en la cocina?
Quiero decir… ¿a qué ha venido que te hayas puesto así de repente? –Me giré
para estar completamente en frente suya. Y él suspiró.
- Intento ver el lado positivo a
esto de que no estés en mi vida pero, joder... no estás, eso no tiene nada de
positivo. Entonces, cuando veo que te quiero tener y no te tengo… –Me estremecí
cuando la yema de sus dedos recorrió con suavidad mis brazos desnudos. –Me
cabrea que estés con Harry.
-Zayn. –Me moría de ganas de
decirle que si estaba con él era más por obligación que porque de verdad nos
queríamos, pero sus palabras me cortaron.
-No, espera. Quiero decir que me
cabrea que estés con él cuando yo te haría mil veces más feliz; pero,
igualmente, quiero que estés con él. Él te protege, te da la seguridad que a mi
lado no podría asegurarte.
-Yo…
-¿Quieres callarte? Déjame
terminar. –Ahogué una risa y él sonrió. –Aquella noche, mi padre me obligó a
hacer lo mismo que tu padre quería hoy hacer contigo. Esa chica era la hija de
una persona bastante influyente en el gobierno y, mi padre, quería a su familia
dentro de esto para poder conseguir más ayudantes. –Tragué saliva.
-¿Era?
-Murió. Se fue de la lengua con sus
amigas y la asesinó Michael, el padre de Des. –Ahogué un grito, enterrando mi
cabeza en su pecho. –Por eso no quiero que pase lo mismo contigo, no me
perdonaría que te pasara algo.
-Cállate Zayn. –Le apreté con
fuerza y él besó mi pelo, mientras su mano acariciaba mi espalda con
delicadeza.
-¿Lo quieres? –Su pregunta me pilló
desprevenida y, cuando centré mi mirada en su rostro, vi como la sonrisa se
había disipado convirtiendo su boca en una línea recta.
-¿Qué?
-Que si quieres a Harry. –Dudé un segundo
antes de contestar a su pregunta y, cuando lo hice, ni si quiera tuve el valor
de mirarlo a los ojos.
-Sí… -Colocó una mano en mi barbilla, levantando
mi cabeza y frunció el ceño.
-¿Más que a mí?
-Nunca he dicho que te quiera. –Pude ver un
destello de algo en sus ojos, pero no pude definir si era rabia, tristeza,
decepción o una mezcla de todo junto. Sonreí y su rostro se relajó. Me estiré
hasta llegar a su oído y dejé que las palabras salieran en un breve susurro de
mi boca. –Que no lo diga no significa que no lo sienta. –Él rió en mi mejilla
provocando mi risa también.
-¿Entonces? –Me quedé callada, tenía que decírselo,
sí, tenía que hacerlo, pero antes de que pudiera contestar, él volvió a romper
el silencio de la habitación. –Con eso lo has dicho todo; sí, lo quieres más
que a mí.
No, no lo quiero más que a ti. No querría a
nadie más que lo que te quiero a ti.
Su cuerpo giró, dándome la espalda y yo me
resigné a seguir el contorno de su espalda con la yema de mis dedos, provocando
que los suspiros salieran de forma entrecortada de su boca. Los minutos pasaban
y yo cada vez tenía menos sueño aunque por lo que comprobé, Zayn había caído en
los brazos de Morfeo hacía varios minutos.