sábado, 2 de marzo de 2013

CAPÍTULO 19.


Me desperté cuando los rayos del sol entraron en mi cuarto. El dolor de mi cabeza me demostraba que el día anterior me había pasado bebiendo. Bufé dándome cuenta de que aún eran las ocho y media de la mañana. Me levanté resignada y decidí salir a dar una vuelta para despejar un poco la mente. Me puse una camiseta azul de manga francesa, unos vaqueros, mis vans y me recogí el pelo en dos trenzas. Cogí mi móvil, mis llaves y me fui. Había dejado a mi hermana y a mi primo durmiendo, sabía que volvería antes de que se despertaran así que no me preocupé en dejarles ninguna nota.
La suave brisa impactaba en mi cara provocándome una sensación agradable, comencé a andar sin ningún rumbo fijo; la gente andaba con prisa por las calles de la ciudad, empresarios que iban a entrar ya en el trabajo, chicos que volvían de fiesta, jubilados que salían a desayunar, y luego yo que, en momentos como ese, echaba de menos España. De repente me acordé del día en el que estábamos. 21 de septiembre, el cumpleaños de Cris. Sonreí y saqué el teléfono de mi bolsillo y marqué su número.
-¿Diga?
-¡Cristina!
-¿Beca, eres tú? Cariño, ¿cómo estás?
-Sí, sí soy yo. Felicidades pequeña, estoy bien. ¿Tú? –Me senté en la acera de la calle y me apoyé en la pared mientras escuchaba con atención como me contaba las cosas que habían pasado con mis amigos. Me enteré de que Noe, la que había sido mi mejor amiga, ahora se juntaba con los pijos de la clase. Que Lucas se había cambiado del colegio, pero que siempre quedaban los viernes, y que ella, después de tanto tiempo detrás de Marcos ya llevaba dos meses con él.
-¿Y tú, que tal por Londres?
-Bastante bien. –Respiré profundamente. –La gente es muy simpática, pero nada comparado con vosotros. –Escuché una débil risa.
-¿Vas a venir pronto?
-Ojalá.
-Me tengo que ir, Beca. Te echo de menos.
-Adiós, Cris. Yo a ti también. –Colgué el teléfono y descansé mi cabeza sobre la pared; realmente sí quería volver a mi país. Con mis amigos, mis primos… Me incorporé y decidí volver a casa. Iba mirando los escaparates de la tienda, pero no había ninguno que me llamara realmente la atención.
Tras veinte minutos andando por fin llegué a mi piso. Mi hermana aún seguía durmiendo pero mi primo se había ido a casa de mis abuelos, según había puesto en una pequeña nota que había dejado sobre la mesa del salón. Así que decidí tranquilizarme leyendo alguna novela “asquerosamente cursi” como las llamaba mi hermana.
Me dejé envolver por las aventuras de los protagonistas, por cada beso, cada conversación. Cerré el libro cuando acabé de leer un par de capítulos y decidí que era hora de despertar a mi hermana.
-Buenos días, dormilona. –Salté sobre su cama y ella se puso la almohada en la cabeza. –Vamos, Vicky, que es tarde. –Ella se desperezó en la cama y se incorporó.
-Déjame dormir.
-No, vamos. Es tarde. –Farfulló y se levantó de la cama dirigiéndose al baño. Yo me levanté de su cama y me fui a la cocina a preparar algo de comer.
Nos decidimos por una ensalada para cada una. Terminamos de comer en menos de quince minutos. Me fui a lavar los platos mientras mi hermana subía la música al máximo. Cuando me asomé al salón la vi bailando por encima de los sofás, parecía una loca, me quedé parada en la puerta riéndome de sus ridículos bailes, mientras ella bailaba descompasada una canción que sonaba en la radio. Entre el ruido de la música y los gritos de mi hermana pude diferenciar el tono de mi móvil sonando en mi cuarto, así que corrí a coger el teléfono. Respiré profundamente intentando recuperar el aliento antes de contestar.
-¿Diga?
-Beca.
-¿Qué ha pasado, Kara?
-Yo… bueno, quise que te enteraras por mí antes que por otros.

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