
La suave brisa impactaba en mi cara provocándome una sensación
agradable, comencé a andar sin ningún rumbo fijo; la gente andaba con prisa por
las calles de la ciudad, empresarios que iban a entrar ya en el trabajo, chicos
que volvían de fiesta, jubilados que salían a desayunar, y luego yo que, en
momentos como ese, echaba de menos España. De repente me acordé del día en el
que estábamos. 21 de septiembre, el cumpleaños de Cris. Sonreí y saqué el
teléfono de mi bolsillo y marqué su número.
-¿Diga?
-¡Cristina!
-¿Beca, eres tú? Cariño, ¿cómo estás?
-Sí, sí soy yo. Felicidades pequeña, estoy bien. ¿Tú? –Me senté
en la acera de la calle y me apoyé en la pared mientras escuchaba con atención como
me contaba las cosas que habían pasado con mis amigos. Me enteré de que Noe, la
que había sido mi mejor amiga, ahora se juntaba con los pijos de la clase. Que
Lucas se había cambiado del colegio, pero que siempre quedaban los viernes, y
que ella, después de tanto tiempo detrás de Marcos ya llevaba dos meses con él.
-¿Y tú, que tal por Londres?
-Bastante bien. –Respiré profundamente. –La gente es muy
simpática, pero nada comparado con vosotros. –Escuché una débil risa.
-¿Vas a venir pronto?
-Ojalá.
-Me tengo que ir, Beca. Te echo de menos.
-Adiós, Cris. Yo a ti también. –Colgué el teléfono y
descansé mi cabeza sobre la pared; realmente sí quería volver a mi país. Con
mis amigos, mis primos… Me incorporé y decidí volver a casa. Iba mirando los
escaparates de la tienda, pero no había ninguno que me llamara realmente la
atención.
Tras veinte minutos andando por fin llegué a mi piso. Mi
hermana aún seguía durmiendo pero mi primo se había ido a casa de mis abuelos,
según había puesto en una pequeña nota que había dejado sobre la mesa del
salón. Así que decidí tranquilizarme leyendo alguna novela “asquerosamente
cursi” como las llamaba mi hermana.
Me dejé envolver por las aventuras de los protagonistas, por
cada beso, cada conversación. Cerré el libro cuando acabé de leer un par de
capítulos y decidí que era hora de despertar a mi hermana.
-Buenos días, dormilona. –Salté sobre su cama y ella se puso
la almohada en la cabeza. –Vamos, Vicky, que es tarde. –Ella se desperezó en la
cama y se incorporó.
-Déjame dormir.
-No, vamos. Es tarde. –Farfulló y se levantó de la cama
dirigiéndose al baño. Yo me levanté de su cama y me fui a la cocina a preparar
algo de comer.
Nos decidimos por una ensalada para cada una. Terminamos de
comer en menos de quince minutos. Me fui a lavar los platos mientras mi hermana
subía la música al máximo. Cuando me asomé al salón la vi bailando por encima
de los sofás, parecía una loca, me quedé parada en la puerta riéndome de sus
ridículos bailes, mientras ella bailaba descompasada una canción que sonaba en
la radio. Entre el ruido de la música y los gritos de mi hermana pude
diferenciar el tono de mi móvil sonando en mi cuarto, así que corrí a coger el
teléfono. Respiré profundamente intentando recuperar el aliento antes de
contestar.
-¿Diga?
-Beca.
-¿Qué ha pasado, Kara?
-Yo… bueno, quise que te enteraras por mí antes que por
otros.
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