lunes, 25 de marzo de 2013

CAPÍTULO 26


Después de estar unas horas hablando sobre la fiesta del viernes, Julie miró su reloj y se levantó del sofá de un salto.
-Me tengo que ir, hasta mañana Beca. –Me abrazó con fuerza. –Esto… hasta el viernes, Will. –Sonrió y se despidió con la mano. Yo reí en voz baja y la acompañé hasta la puerta.
-Mañana hablaremos, Julie. –Escuché su afirmación al final de las escaleras y cerré la puerta, corrí al salón y me abalancé sobre mi primo que me recibió con los brazos abiertos y una sonrisa. Fijó su vista en el televisor, creyendo que yo no iba a interrogarle. Yo reí escandalosamente y apagué el televisor.
-¿Qué quieres?
-Oh vamos, no te hagas el imbécil conmigo. –Él evitaba mirarme a los ojos y yo me decidí por impactar un cojín contra su cara.
-Vale, está bien. Cuéntame algo sobre ella. –Aplaudí emocionada y me acomodé en el sofá.
-Bien, pues Julie es lo mejor que puedes tener como compañía, siempre está ahí para hacerte reír y para darte buenos consejos. Fue la única que estuvo ahí para apoyarme con lo de Harry. –Hice una breve pausa. – Y no, no tiene novio.
-Realmente sólo quería saber eso último. Pero lo demás me confirma lo genial que es.
-¿Enamorado por casualidad?
-¿Qué dices prima? Baja a la tierra. –Reímos. –Sólo la conozco de una hora.
-Una hora es suficiente para enamorarte.
-¿Lo dices por experiencia? –Recordé las horas que había pasado en el parque la primera vez que vi a Harry y cuando me subió a su azotea queriendo imitar París. Luego recordé el resto de horas que había pasado con Niall, y resoplé con fuerza tumbándome en el sofá.
-No.
-¿Eso quiere decir que no estás enamorada? –Abrí los ojos asombrada. Ni si quiera yo sabía la respuesta. La última vez que estuve enamorada fue hace cuatro meses, y nunca me arrepentiré lo suficiente por haberlo estado.
-No. ¿Te acuerdas de Lucas? Fue hace 4 meses. No estoy preparada para hacerlo, no después de eso. –Él se levantó, cogió su cazadora y se acercó a la puerta del apartamento, pero antes de irse, giró sobre sí mismo y me lanzó media sonrisa.
-Recuerda prima, que nunca es tarde para enamorarse. –Y acto seguido escuché la puerta cerrarse con un suave crujido.
Nunca es tarde para enamorarse. Las palabras de Will resonaron en mi cabeza y yo me  limité a farfullar un par de insultos. Me acerqué a mi mochila y saqué el libro de historia. Tenía que estudiar para el examen del jueves. Y en tres días mi cumpleaños. Dieciocho. Sonreí instintivamente pensando en la fiesta, pero me obligué a mi misma a concentrarme en el estudio. Las horas pasaron demasiado rápido, y cuando terminé de estudiarme todo el tema el reloj estaba a punto de dar las once y media.
“Oh mierda”. Ni si quiera había cenado y, la verdad, es que tampoco me apetecía. Entré en el cuarto de mi hermana pero la encontré metida en la cama y sumida en un profundo sueño. El plato de su cena seguía sobre su escritorio y yo reí en voz baja. Lo recogí todo y me fui a mi cuarto. Me metí en la cama y a los pocos segundos estaba profundamente dormida.
Me revolví en la cama y miré los números rojos del reloj. Las diez menos cuarto. Cerré los ojos de nuevo hasta que fui consciente de que no estaba en clase.
-¡Llego tarde! Mierda. –Me levanté de la cama de un salto y cogí los primeros pantalones que había en el armario, una sudadera que estaba en el montón para planchar, la mochila y me salí corriendo del edificio.
En la calle me hice una coleta como pude y me paré a unos metros del colegio para ver mi reflejo en un escaparate. Mi vista se centró en la sudadera. No era mía, ni de mi primo. ¿De quién narices era? Empecé a reír a carcajadas cuando recordé donde la había visto. Era la que llevaba Niall el día que subió a mi casa en mitad de la noche por culpa de la lluvia. La eché a lavar a la mañana siguiente y se me había olvidado devolvérsela. Todo el mundo me miraba extrañado, pero yo seguía riendo.
Miré mi reloj de pulsera que daba las diez en punto y resoplé empezando a correr de nuevo para llegar al menos a tercera hora. Entré en el colegio saludando con la mano al portero y aporreé un par de veces la puerta del aula. La profesora de lengua dejó de hablar para abrirme la puerta y yo sonreí avergonzada entrando en clase. Me senté al lado de Josh, justamente un asiento detrás de Julie y Niall que se giraron para saludarme casi en el acto.
-Bonita sudadera, Beca. –La voz de Niall me hizo levantar la vista del cuaderno y me sonrojé. Se había dado cuenta, como no iba a hacerlo.
-Se me olvidó devolvértela. Mañana te la traigo limpia.
-Tranquila, te queda mejor que a mí, puedes quedártela. –Sonreí como agradecimiento y volví a centrar la mirada en el libro justo cuando el timbre sonó. Todos los alumnos se levantaron y, cuando yo fui a hacerlo, Josh me cogió del hombro sentándome de nuevo en mi sitio.
-Debes de gustarle mucho al rubio. –Josh sonreía fijando la mirada en mí. Me intimidaba.
-¿Por qué?
-Es su sudadera favorita. Ni si quiera se la deja a su hermana. Y a ti, te la ha regalado. –Sonreí, buscando con la mirada a Niall y, cuando le encontré, él me miró a mí provocando que me sonrojara.

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