jueves, 20 de junio de 2013

Capítulo 4.

Bueno, como os dije la subida de capítulos de esta novela va a ser distinto, a parte de lo de avisar por twitter y tal... los capítulos los voy a subir de lunes a jueves. Vamos, que los fines de semana no subiré. Emm.. creo que ya lo he dicho todo. ¡Ah! Dentro de un rato, en una media hora o así subiré otro ¿vale? Nada más, disfrutad del capítulo.

Farfullé un par de insultos y guardé el móvil. ¿No había colegios en todo el país que tenía que venir al mío? Viva yo y mi suerte. Me acurruqué en la cama y cerré los ojos.
-¡Mamá! ¡Voy tardísimo! ¿No ha venido Espe?
-No cariño.
-¡Vale! Me voy. –Cogí los libros y salí corriendo de mi casa en dirección al instituto.
Las ocho menos dos minutos. No llego, ni de coña. Es que no. Aceleré aún más el paso y entré por la puerta principal a las ocho y cinco. Corrí por los pasillos para llegar a clase. Me senté en mi asiento intentando recuperar el aliento y el profesor entró detrás de mí con una sonrisa. Lengua y Literatura. No por favor, no creo que aguante una hora escuchando hablar de Shakespeare.
Me acomodé en mi asiento, luchando por mantener los ojos abiertos, hasta que el timbre me salvó de caer en un profundo sueño.  Puedo decir que las demás horas se pasaron igual de lentas y aburridas que la primera, las ganas de salir de fiesta se hacían mayores cada vez que la hora del final de las clases estaba más cerca. Por fin tocó el timbre para volver a casa, todos salimos con rapidez de clase y nos quedamos en el patio hablando.
-Vale, todos a las nueve aquí y nos vamos a cenar y de fiesta. –Todos asentimos ante el plan de Zoe y ella sonrió.
-Jenn, espera. Te acompaño a casa. –Harry me rodeó con su brazo y yo me sonrojé. A pesar de que teníamos la misma edad Harry era unos cuantos centímetros más alto que yo y, por su complexión física, podría parecer perfectamente un chico de 20 y no uno de 17. Empezamos a andar mientras hablábamos de cosas de clase y algunas más de poca importancia. Cada vez que lo miraba me perdía en sus ojos, joder. Eran preciosos. Basta, Jenn, seguro que estás sonriendo como una gilipollas.
-Gracias, Harry. Nos vemos esta noche. –Le abracé con fuerza mientras él me apretaba aún más contra su pecho y acariciaba mi pelo.
-Hasta luego. –Entré en mi casa dejando las cosas en mi cuarto y vi como mi padre montaba una mesa en el jardín. Lo miré desde el salón sobrentendiendo que al día siguiente comeríamos fuera. Genial. Seguro que era alguien de la empresa de mi padre, cuya mujer sería una de esas que se han operado mil veces y que tienen un hijo de cinco años que lo único que quiere es jugar en el barro o al escondite. Resoplé, dando un par de pinchadas a la carne antes de terminar por completo de comer. Recogí la mesa y me tumbé a descansar, cuando  desperté eran las cinco menos diez, así que decidí entrar a ducharme, conociéndome, cuanto antes empezara mejor. Me tiraría una hora eligiendo ropa, otra peinándome y otra más para intentar convencer a mi madre de que me dejara llegar después de las 3.
Terminé de ducharme y entré en mi cuarto para decidir la ropa. Saqué todas las faldas y camisetas que tenía e hice mil conjuntos, pero ninguno me convencía. Cuando por fin me decidí por una falda roja y una blusa blanca, el reloj marcaba las 6 menos cuarto. Tocaba convencer a mi madre, me quedé un rato en mi cuarto pensando que decirle que no fuera lo mismo de siempre, pero no se me ocurría otra cosa. Resoplé y me acerqué a ella que veía un programa poco entretenido.
-Mamá, ¿sabes que a Zoe y Allie las dejan quedarse hasta las tres?
-Sí, me lo dices siempre que sales.
-Por favor. Me acompañan a casa, de verdad. Y mañana me porto bien en la comida. –Ella me miró y sonrió.
-Ni un minuto más.
-¡Gracias mamá! –Me abalancé sobre ella y la abracé con fuerza. Ella rió mientras me devolvía el abrazo. –A las tres justas estoy aquí. –Corrí a mi cuarto a terminar de arreglarme. Las siete menos cuarto, teniendo en cuenta que me tenía que secar el pelo y alisármelo y después maquillarme acabaría a las ocho y media. Y así fue. Cuando salí del baño el reloj acababa de dar las ocho y media. Me vestí con rapidez, cogí algo de dinero, el móvil, las llaves y, tras despedirme de mis padres, salí de mi casa en dirección al instituto.
Zoe y Espe esperaban charlando en la puerta del instituto, las saludé en la lejanía y ellas me correspondieron levantando la mano. Iban guapísimas. Cinco minutos después de que yo llegara, aparecieron Allie y Jordan y, tras ellos, Harry, Drew y Lindsay. Entramos primero en una pizzería para comer algo y, cuando terminamos, empezamos a recorrernos cada pub de la ciudad. A medida que se hacía más de noche, las calles empezaban a vaciarse, de vez en cuando veíamos a algún grupo como nosotros, pero la mayoría estaban metidos en pubs y discotecas.
-Chicas, yo me voy a ir ya, que mañana tengo comida con unos amigos de mis padres. –Todas rieron al ver mi reacción y Espe se acercó a mí con una sonrisa.
-Lástima, hay alguien que lleva mirándote toda la noche desde la barra. –Me giré para encontrarme con los ojos color caramelo de Zayn mirándome fijamente. Me estremecí y una sonrisa apareció en su rostro.
-Ese tío está loco. Me persigue, ¿vale? –Ambas reímos y agarré a Zoe del brazo para sacarla del grupo de gente y que me acompañara a casa. Íbamos andando mientras ella me iba contando las conquistas de esa noche. Que si un rubio en el primer pub, que si dos morenos en la discoteca… yo asentía sin hacer caso a lo que decía y a la larga lista de tíos que llevaba en la corta noche. Llegamos a mi casa y ella me abrazó con fuerza.
-Antes de que te vayas tengo que decirte una cosa.
-Dime Zoe.
-Harry también ha caído esta noche, pero no conmigo, tranquila. –La miré asombrada y sentí como el mundo se caía a mis pies. Me despedí de ella y entré en mi casa en silencio intentando no despertar a nadie. Me desnudé y me metí en la cama en bragas y sujetador.

No sabía por qué lo de Harry me había afectado tanto, es decir, sí, nos gustábamos pero creo que me había jodido más que se largara sin decirlo que el simple hecho de que se liara con otra. Grité contra la almohada y, después de desahogar todo mi odio y secarme las lágrimas que había derramado, me dormí. 

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