De repente nos encontrábamos mirándonos en mitad de la
calle. Mis piernas temblaban después de haber corrido durante tiempo, sentía
que iba a caerme al suelo en cualquier momento. Él, sin embargo, me sonreía,
cómo diciendo que todo iba a salir bien.
“Una mierda, ¿se piensa que soy idiota?”
Resoplé. Y un sonido sordo resonó por toda la calle. Un
disparo. Provocó que toda la gente corriera en cualquier dirección para
protegerse. Yo, por el contrario, me quedé parada revisando cada recoveco de la
calle, pero no vi nada ni nadie sospechoso, todos corrían intentando proteger
su vida, lo cual le había venido de perlas al tirador para pasar desapercibido.
Volví a fijar mi mirada en sus ojos marrones. Seguía sonriendo. Fue entonces
cuando me fijé en su camiseta, ahora teñida de rojo. Me tapé la boca para
ahogar un grito y, sacando fuerzas de donde no había, corrí hasta él. Lo tumbé
en el suelo, convirtiéndonos en el centro de atención del gentío. Apartó un par
de mechones de mi cara y me besó con fuerza, saboreando con lentitud mis
labios.
-¿Te estás despidiendo? –Él rió débilmente y me acarició la
mejilla, secando una lágrima que se había escapado.
-No te librarás de mí tan pronto. –Le abracé y él me apretó
con fuerza contra su pecho. Sin embargo, unos segundos después, dejó de
abrazarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario