martes, 25 de junio de 2013

Capítulo 7


Zayn rió con fuerza. Y yo me levanté dolorida y me sentaba en el borde de la cama mientras mantenía la mirada fija en él.
-¿Qué haces aquí?
-Verte. –Me sonrojé. Lo miré fijamente, se había cambiado la americana y la camisa por una camiseta blanca con algo escrito en ella en negro. Dio un paso hacia a mí y el olor de su colonia envolvió el ambiente; dio un paso más hasta llegar a mi cama y se tumbó en ella, a mi lado. Yo lo miré sonriendo y él agarró mi cintura colocándome a su lado. Sonreí mientras él acariciaba mi mejilla. Estábamos cerca, demasiado quizá pero, para mi gusto, no lo suficiente. Sentía su respiración clavarse en mi boca y mi nerviosismo aumentaba por momentos. Él se alejó apenas un centímetro de mí, pero fue lo suficiente como para que me diera cuenta. Me quedé mirándolo, Zayn suspiró y rompió el silencio que envolvía la habitación. –No quiero probarte, sé que jamás tendré bastante y –se puso serio –no puede pasar nada entre nosotros. –Me miró y volvió a suspirar, besando mi mejilla para levantarse de la cama. Yo lo miré incrédula y me senté en la cama como un indio.
-¿Qué haces? Ven no te vayas, hablemos. –Agarré su camiseta, tirando de él y volviendo a acercarlo a mi cara.
-No ha sido buena idea venir, Jenn. –Me miró a los ojos y besó mi frente, mientras yo seguía alucinando por sus palabras. –Nos vemos el lunes.
-Adiós. –Cerró la puerta de mi cuarto y, unos segundos después, escuché como cerraba la puerta principal. Yo entré en el baño para ducharme y resoplé cuando el agua fría rozó mi piel haciéndome reaccionar.
Terminé de ducharme y miré mi reflejo en el espejo, aún tenía las mejillas rojas y sentía el tacto de Zayn paseando por ellas, resoplé cabreada y entré en mi cuarto. Me vestí con un chándal rápidamente y entré en el despacho de mi padre para revisar los libros y cajones. Desde esa mañana, Zayn había despertado en mí esa curiosidad por la mafia, por lo corrupto. ¿Cómo sería que todo el mundo hiciera lo que tú quisieras con sólo chasquear los dedos? Sonreí inconscientemente
Me senté en el gran sillón de mi padre y empecé a mirar todos sus documentos, a simple vista no parecía nada raro. Estadísticas de la empresa, del paro en Inglaterra, un par de fotos de la familia y poco más. Abrí sus cajones y no había nada. Carpetas de la empresa y más carpetas de la empresa. Bufé cabreada y giré la silla mirando hacia la estantería. Nunca me había parado a ver los libros de mi padre y, ahora que leía las portadas, me hacía reír. ¿Por qué era que no me sorprendía que todos fueran de violencia y extorsión? Escuché la puerta principal cerrarse de un portazo y me levanté corriendo, los pasos se acercaban cada vez más al despacho y yo respiraba nerviosa.
Una excusa. Una excusa…
-Jenn, ¿qué haces aquí? –Cerré el cajón de la mesa con la pierna y le sonreí a mi madre.
-Buscaba el portátil de papá. –Ella asintió y me señaló el cajón de la estantería. –Gracias. –Cogí el portátil y volví a mi cuarto, dejé el portátil sobre la cama y me tumbé en ella. Me paseaba por las páginas de cotilleos como si me interesaran, al cabo de un par de horas me acurruqué entre las sábanas y cerré los ojos cayendo en un profundo sueño.
Abrí los ojos y los adapté a la claridad del día. El sol brillaba con fuerza. Abrí la ventana y me empapé de brisa londinense; cogí el bikini y me lo puse, hoy era un día para pasarlo en la piscina. Sin preocupaciones. Me tumbé en la hamaca saludando a mi madre que me miraba atenta desde el salón, ella sonrió y volvió a centrar su mirada en la televisión mientras pasaba la aspiradora. Las horas pasaban mientras yo tostaba mi cuerpo al sol y las canciones pasaban en mi iPod. Me preparé un sándwich y una Coca-Cola y volví al jardín para aprovechar al máximo las pocas horas de sol que había en la ciudad.
-¡Jenn! –Miré a la puerta del jardín para ver a Espe y Zoe paradas sonriendo.
-¿Qué hacéis aquí?
-Nos aburríamos, y pasábamos por aquí. –Me levanté para abrazarlas y nos sentamos las tres en un pequeño balancín. -¿Te vienes a dar una vuelta?
-Esperad cinco minutos que me visto. –Corrí a mi habitación y me puse una camiseta de manga corta y unos shorts. Las sandalias y mis rayban y salí al salón de nuevo. –Mamá, me voy un rato.
-No llegues tarde.
-No. –Llamé a mis amigas que entraron y se despidieron de mi madre con una sonrisa y salimos a la calle, andando sin ningún rumbo fijo. Parábamos de vez en cuando en alguna tienda y mirábamos los escaparates. Las tres teníamos ropa para ocupar diez armarios, pero un poco más nunca le hacía mal a nadie. Antes de volver a mi casa nos sentamos en una pequeña plaza para descansar.
-Pues yo quiero acabar el primer cuatrimestre con novio.
-Un novio para navidad. –Espe y Zoe se miraron sonriendo como idiotas y yo me reí.
-Pues yo no quiero nada de eso. El amor es para idiotas.
-Pues tú estás hasta las trancas de Harry.
-No, lo nuestro es más… cariño de amigos. –Se miraron entre ellas poco convencidas de mis palabras y yo asentí sonriente. –En serio.
-¿No será porque has encontrado otro?
-No. –Me levanté y me puse frente a ellas. -¿Nos vamos?
-Sí, es tarde. –Se levantaron y empezamos a andar hasta casa de Zoe que era la más cercana. Cuando llegamos la abracé e hice lo mismo que Espe, que también se quedaba por la zona.
Yo bajé la calle mientras pensaba en la conversación con mis amigas. ¿Alguien nuevo? No. No. Negué con la cabeza intentando convencer a alguien inexistente o, más bien, intentando convencerme a mí misma. Llegué a casa y mi padre estaba en la puerta vestido con traje y corbata negra. Miré a mi madre que salía también arreglada. Los miré incrédula, no podía aguantar otra cena con sus amigos, y mucho menos con la familia Malik.
-¿Vamos a algún sitio?

-Tú no, tranquila. Acuéstate pronto, nosotros llegaremos tarde. –Asentí y abracé a mis padres antes de entrar en casa. Me cambié, poniéndome el pijama y fui a la cocina a por algo de comer. Me preparé un tazón de cereales y me senté en el salón a ver la tele. Nada interesante, un par de películas ya empezadas y un par de series de poca gracia. Cuando acabé de cenar decidí acostarme, deseando que la semana que venía se hiciera corta.

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