Paramos en un parque alejado del
centro, escuchaba a los niños corretear por los alrededores y cómo sus madres
los llamaban para que volvieran y no se alejaran mucho. Me apoyé en la moto y
lo miré esperando a que se quitara el casco.
-¿Tanto querías estar a solas
conmigo? –Dio un paso acercándose a mí y yo puse una mano en su abdomen
deteniendo su movimiento.
-Quiero respuestas, Malik. –La sonrisa
se borró de su cara y sus ojos se tiñeron de un marrón mucho más oscuro. Daba
miedo.
-¿Qué has oído?
-Algo de un golpe. Mi padre en el
gobierno y…
-Mafia. –Ambos pronunciamos a la
vez la palabra y me estremecí. Él suspiró y se apoyó en una de las rejas del
parque. – ¿Algo más que quieras saber? –Tragué saliva. ¿Hasta qué punto quería
enterarme de lo que se traía entre manos? Respiré hondo y asentí.
-Todo. –Pude ver una fugaz sonrisa
en su rostro y me agarró de la mano hasta internarnos en el parque. Nos
sentamos en uno de los bancos y sacó un paquete de tabaco de su bolsillo.
-¿Quieres?
-No fumo. –Él asintió y encendió
un cigarro en su boca. Acto seguido empezó a hablar.
-Mi familia viene de Italia, todos
menos mi padre. Él es pakistaní, pero cuando se enamoró de mi madre se hizo muy
amigo de mi abuelo, y lo metió en toda esta mierda. Mis primos también están
metidos y, cuando nací yo, todos vieron en mí el futuro de la mafia inglesa. Tu
padre y el mío se conocieron en una reunión de trabajo, después de eso se
fueron a cenar juntos y tu padre le contó al mío que quería llegar a ser primer
ministro y mi padre vio la oportunidad perfecta para que la mafia
inglesa-italiana gobernara el país. Empezó a meterlo en nuestro mundo y ahora
es uno más de los nuestros. –Dio una calada de su cigarro y expulsó el aire con
lentitud. –A mí siempre me había apasionado este mundo, nací en él, es mi vida.
A los catorce años cogí mi primera pistola y desde entonces, siempre llevo una.
–Levantó medio centímetro su camisa dejándome ver la culata de una pistola. Yo
abrí los ojos asustada y él sonrió. –Tranquila, es sólo porque con ella me
siento más seguro. –Asentí poco convencida. –Bien, lo que te decía, todo este
mundo me encantaba. El poder, saber que con mirar a alguien está haciendo lo
que quieras, la extorsión, lujos, viajes… chicas. –Puse los ojos en blanco y él
soltó una pequeña carcajada. –Pero todo eso cambió desde hace un par de meses.
Todo dejó de atraerme. Volé a Roma para hablar con mi abuelo, pero me dio la
misma charla que me lleva dando estos meses mi padre. “Es un negocio familiar,
no te puedes alejar de esto…”. Así que, por lo que parece, seguiré en la mafia
mucho tiempo. –Se recostó en el banco, dando una última calada al cigarro y yo
me quedé mirando al suelo intentando recapacitar toda la información que
acababa de recibir.
-¿Porqué hace dos meses? ¿Por qué
no antes? ¿Qué ha pasado para que de repente rechaces todo eso? –Apartó un
mechón de mi cara y lo colocó tras mi oreja mostrándome una sonrisa.
-Algún día te lo contaré.
-¡Zayn! –Me crucé de brazos como
una niña pequeña a la que le han quitado su muñeca favorita y él rió tirando el
cigarro al suelo. –Mi madre… ¿mi madre lo sabe?
-Sí.
-Es decir, que soy la última en
enterarme de todo.
-Tu padre quiere protegerte.
-¿Y por eso no me cuenta las
cosas? –Lo miré a los ojos, perdiéndome en ellos. Sacudí mi cabeza volviendo a
la realidad y vi su sonrisa a pocos centímetros de mi boca. –Gracias por
contármelo, Zayn.
-No las des, preciosa. –Abracé su
cintura y él acarició mi pelo con tranquilidad.
-¿Me llevas a casa? –Él asintió
levantándose del banco y yo repetí su acción. Nos montamos en la moto y
volvimos a atravesar las calles londinenses.
Zayn aparcó a unos pocos metros de
mi casa, dejé el casco apoyado en el asiento y lo miré esperando que él también
se bajara y colocara bien la moto. Me sonrió y se cruzó de brazos esperando que
hablara.
-¿Qué…? -No estaba segura de lo
que iba a preguntar, o de si quería hacerlo, pero miré a los ojos de Zayn y
sonreí. -¿Qué hay que hacer para ser de la mafia?
-Tú nada.
-¿Ya estoy dentro o algo por el
estilo? –Sonreí a pesar de que él seguía estando con un semblante serio.
-No. Y no lo vas a estar.
-Zayn.
-Nunca.
-¿Por qué? Me va la emoción y lo
que me has contado, no sé, me gusta.
-¿En serio te crees que dejaría
que te pusieras en peligro así? Jamás, preciosa. –Me acarició la mejilla con
media sonrisa en su rostro y besó mi mejilla, a pocos centímetros de mi boca.
-Vaya chico, veo que no pierdes el
tiempo. –Miré detrás de mí y vi como mi padre nos miraba desde la puerta de la
casa. Zayn sonrió y le estrechó la mano en forma de despedida.
-Hasta mañana, pre… Jenn. –Lo miré
sonriendo y entré en mi casa mientras él arrancaba la moto y se iba. Reí,
sentándome en el sofá mientras miraba la pantalla de la televisión que estaba
puesta en un programa deportivo.
-Te has hecho muy amiga de Zayn
¿no, Jenn?
-Papá, déjalo. Ni si quiera nos
hemos besado, ha sido en la mejilla. –Me levanté del sofá y me fui a mi cuarto.
Mi móvil empezó a sonar y descolgué con una sonrisa.
-¡Jenn! ¿Podemos hablar?
-Hola Harry. Sí, ¿en cinco minutos
en el instituto?
-Claro. –Colgué y volví a salir de
mi habitación para hablar con mi padre.
-Papá, me voy un rato a hablar con
Harry. –Él asintió y yo salí con los auriculares puestos. Cuando llegué al
instituto Harry ya estaba ahí esperándome. Me acerqué a él y le saludé. ¿De
verdad se había pensado que no me había enterado de lo que había hecho la noche
anterior?
-Hola peque. –Abrió los brazos y
me estrechó en un abrazo mientras yo me mantenía quieta con los brazos
cruzados. -¿Qué te pasa?
-Nada. ¿Qué tal la chica de
anoche? –La sonrisa se esfumó de su cara y tosió nervioso. -¿No sabías que lo
sabía? No soy idiota, Harry.
-¿Y por qué te pones así? –Su voz
subió por encima de la mía. –Ni si quiera somos pareja ni nada de eso.
-Estás… ¿estás hablando en serio?
Eres gilipollas, Harry, en serio. ¡Gilipollas!
-¿Por qué?
-¡Porque llevamos siendo amigos
desde los catorce años! Si al menos me dijeras, no sé, que te largas para
liarte con alguna, pero no, pasas y te
vas liando con la primera que pasa. Pero da igual, me da igual, en serio. Paso
de ti. –Empecé a andar de vuelta a mi casa pero él me detuvo, dándome la
vuelta.
-De eso quería hablarte, Jenn,
joder. Ayer no me lié con nadie, con ninguna chica. Estuve a punto de hacerlo,
pero no pude. Quería que esa chica fueras tú y, cuando vi que no lo eras, la
dejé y volví con los chicos, pero tú ya te habías ido. Me gustas. –Suspiré. –Jenn, piensa lo que te he dicho.
Hablamos el lunes. –Asentí, y besó mi frente mientras me abrazaba.
-Hasta el lunes, Harry. –Volví a
casa tarareando en mi cabeza la canción que resonaba en mi móvil. Entré en mi
casa que, de nuevo, estaba vacía, ahora que sabía lo de mi padre, me estremecí al
pensar lo que estaría haciendo.
Me tumbé en mi cama, cerrando los ojos y
dejando que mis pensamientos flotaran. No recuerdo cuándo pero me dormí y,
cuando desperté, él me miraba en la puerta de mi cuarto. Salté de la cama con
tanta prisa que acabé estrellando mi trasero contra el suelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario